Área de Libre Comercio de las Américas - ALCA

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Público
FTAA.soc/civ/117
26 de noviembre de 2003

Original: inglés
Traducción: Secretaría ALCA
 

ALCA - COMITE DE REPRESENTANTES GUBERNAMENTALES SOBRE LA PARTICIPACION DE LA SOCIEDAD CIVIL

APORTE EN RESPUESTA A LA INVITACION PUBLICA Y CONTINUA


Nombre(s) Paulo Slachevsky. Mane Nett. Bruno Bettati, Juan Carlos Saez, Silvia Aguilera
Organización(s) COALICIÓN CHILENA PARA LA DIVERSIDAD CULTURAL
País CHILE

La Cultura en el Acuerdo de Libre Comercio de las América

Coalición Chilena para la Diversidad Cultural

 

La Coalición Chilena para la Diversidad Cultural, agrupación nacida en octubre del 2001 y que reúne hoy a veinte asociaciones del mundo de la cultura en Chile, en pos de la defensa y fomento de la diversidad cultural, considera en relación al tratamiento del intercambio de bienes y servicios culturales dentro de ALCA que:

1. La cultura está estrechamente ligada a la posibilidad de construir una sociedad más justa y democrática. El desarrollo cultural es un fin en sí mismo, como lo reconoce la UNESCO, y requiere para su florecimiento un marco de libertad; la conjugación de políticas públicas; la acción de privados y de la sociedad civil, “trascendiendo la economía, sin por ello abandonarla.” (Informe “Nuestra diversidad Creativa”, UNESCO.)
2. El desarrollo cultural apunta al desarrollo integral de los países.
Si bien Chile ha sido uno de los que ha avanzado fuertemente en la firma de tratados de libre comercio, nuestro Presidente Ricardo Lagos ha señalado: “no podemos asumir el camino de ser meros receptores pasivos de objetos y valores culturales que se producen en otras latitudes. Para que la globalización sea un diálogo entre culturas y no hegemonías de una cultura sobre las restantes, es preciso que nos apliquemos ahora a las tareas para estimular y favorecer nuestra propia creación, incrementar nuestro patrimonio, favorecer la participación de todos. En los Acuerdos de Libre Comercio, el debate de los bienes culturales pasa a tener un rol fundamental, y hay que saber defenderlos bien. Porque la hegemonía se ejerce en muchos campos, pero, en último caso y en último término, las ideas, la belleza, la forma de pensar, lo que nace de nuestras raíces, [son] lo que persevera y lo que permite un diálogo entre civilizaciones… La cultura es la base, el componente, la meta del tipo de desarrollo de cada sociedad, de cada país... La cultura está en el centro de toda civilización, de toda sociedad.”
3. La cultura es la expresión y proyección de una sociedad.
Junto a la educación, es pilar del desarrollo de la misma, permitiendo generar una identidad y marca propia, como también la existencia a largo plazo de esa sociedad. En esa construcción, que tiene efectos sociales y económicos, las industrias culturales nacionales juegan un rol fundamental.
4. La cultura no puede ser absorbida por el comercio.
El desarrollo cultural, entendido en su sentido amplio como “el conjunto de rasgos distintivos que caracterizan el modo de vida de un pueblo o una sociedad”... “maneras de vivir juntos” (UNESCO) no puede estar regido fundamentalmente por las reglas del comercio, actividad que tiene su lógica propia, y que no siempre es coherente y compatible con las lógicas de la cultura.
5. La creación y las industrias culturales generan identidad colectiva y son por tanto estratégicas.
“No hay identidad individual sin hacer referencia a una identidad colectiva”, señala acertadamente el politólogo chileno Norbert Lechner. No es posible fomentar una "marca propia" como país, ni tener productos exportables donde la denominación de origen sea un factor mas, sin tener una identidad de país. Por lo demás, la existencia de una imagen-país vuelve atractivas a las naciones para el turismo y la inversión. Por todo ello las industrias culturales de cada país juegan un rol estratégico para los efectos de potenciar el desarrollo y el crecimiento.
6. En el proceso de globalización, la concentración estandariza.
La concentración de carácter transnacional en la propiedad de las industrias culturales ha provocado una fuerte estandarización de los contenidos culturales, marcada por imperativos comerciales (Ivan Bernier). Este fenómeno lo potencia la brecha digital, el desarrollo desigual en el ámbito tecnológico. Esto impone un determinado tipo de producción por sobre otras, atentando gravemente a la diversidad de expresiones culturales y por ende, a la diversidad cultural.
7. Las culturas locales requieren el compromiso de los Estados.
Ellas viven momentos complejos en la globalización, incrementándose los procesos de reproducción cultural de las culturas dominantes por sobre la producción local, desconfigurándose los sellos propios de las identidades locales, imponiéndose lógicas mercantiles como eje regulador en el conjunto de la producción y la distribución cultural. Se requiere una participación más activa de los Estados como factor de equilibrio que ayude a la sustentabilidad de las expresiones propias. En términos económicos, no hay -ni habrá-, igualdad de competencia entre el producto masivo global y la producción cultural local.
8. El mercado ha demostrado no ser garante del desarrollo equitativo y diverso de la cultura.
Los actores del mundo de la cultura no buscamos limitar el intercambio cultural entre los países, muy por el contrario. Pero sí nos oponemos a que las reglas que están en la base de los Tratados de Libre Comercio y que acompañan la firma de estos acuerdos, como son el “trato nacional”, la cláusula de “la nación más favorecida” y el “acceso a mercado”, se apliquen al ámbito cultural pues éstas limitan o inhiben la posibilidad de desarrollar políticas públicas, dejando solo en manos del mercado y sus “fuerzas invisibles” su desarrollo. Esas políticas públicas, por contar con recursos limitados, requieren discriminar para ser efectivas, no cerrando fronteras, pero sí apoyando a través de diversos mecanismos la creación y producción local. La posibilidad de acción discriminatoria del Estado debe resguardarse en educación, cultura y pueblos originarios en el presente y para el futuro.
9. Los acuerdos bilaterales, regionales o multilaterales de comercio pueden inhabilitar las políticas públicas de los Estados en materia cultural.
Al expresar la concentración en cifras tenemos que: el 85% de las películas proyectadas en todo el mundo son de manufactura hollywoodense; 5 o 6 grupos controlan la industria del disco; de más en más diversas casas editoriales han sido concentradas por grandes consorcios que atraviesan fronteras y lenguas. Este dominio de las llamadas “industrias del entretenimiento” se da a pesar de la existencia de algunas normativas de los Estados en materia cultural, las que han comenzado a ser desactivadas a través de los acuerdos internacionales de comercio. La búsqueda del control total de mercados que podría darse si se limitan las políticas publicas en el sector, puede explicarse al saber que ya en 1996 las exportaciones de productos culturales llegaron a ocupar el primer segmento de exportación de Estados Unidos, como lo señala un estudio de la UNESCO.
10. Las futuras políticas culturales no pueden ser restringidas por los acuerdos comerciales del presente.
No existen elementos para definir hoy qué es lo que habrá que desarrollar como políticas públicas en materia cultural o educativa en el futuro para mantener vivas las expresiones culturales propias, por lo que no es posible aceptar que se limiten los márgenes de acción de quienes deciden o decidirán las futuras políticas culturales. Lo que se firma en estos tratados es casi irreversible, y por ello es extremadamente grave que se impongan rígidas reglas comerciales a sectores cuya esencia no son propiamente comerciales.
11. La cultura y la democracia no pueden ser validadas por criterios de “ventajas comparativas”. ¿
Podemos aceptar que países enteros vean coartadas sus posibilidades de generar música, literatura, cine, teatro, porque no son competitivos? Este criterio es válido en los ámbitos comerciales al pensar en un mundo globalizado, pero no puede ser aplicado como dogma al sector cultural. Una división internacional del trabajo a nivel cultural, donde unos países producen y otros sólo son receptores de esa producción, es inaceptable.
12. Los Estados deben resguardar la posibilidad de creación y producción cultural de sus ciudadanos.
Al igual que los ciudadanos requieren de derechos que les permitan ser partícipes de la sociedad donde viven, sin quedar subsumidos a las lógicas de los gobiernos y Estados, los actores del mundo de la cultura, como las culturas de los pueblos originarios, no tienen real libertad en el mercado si no se genera una arquitectura de derechos que los proteja frente a consorcios con los cuales no se puede ni se pretende competir. Para coexistir se requieren políticas de equilibrio y fomento por parte de los Estados en pos de las identidades locales y su creación/producción cultural. Esta arquitectura de políticas culturales debe poder ser discutida libremente por la sociedad sin estar previamente coartada.
13. Un intercambio multidireccional y recíproco construye y enriquece la cultura.
Los hechos muestran que para ello también, los Estados requieren agregar a las lógicas de mercado, políticas proactivas que fomenten un mayor equilibrio y encuentro entre las culturas.
14. Todo ciudadano tiene derecho a acceder y vivir la diversidad cultural.
La diversidad cultural es un factor crucial de integración entre los pueblos, como catalizador de la creatividad de las personas e importantísima fuente de innovación. La exposición del ciudadano a una diversidad de expresiones culturales es también una condición ineludible para elevar su calidad de vida.
15. Se hace urgente un Instrumento que garantice la Diversidad Cultural.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial se fortalecieron y crearon una serie de instituciones a nivel internacional que buscaban evitar que nuevamente se repitiera la historia del horror. Entre ellas están la ONU, UNESCO, UNCTAD, el acuerdo del GATT que décadas después se transformó en OMC, etc. Creemos que no es posible que los principios de una de ellas -la OMC- hoy dominen y regulen la acción de todas las otras. En tal sentido es fundamental, no solo para la cultura sino por el desarrollo humano propiamente tal, impulsar regulaciones a nivel internacional que se articulen con las lógicas comerciales de la OMC. El desarrollo de una Convención Internacional para la Diversidad Cultural se constituye en un paso necesario para establecer equilibrios entre las diversas perspectivas del quehacer humano, y mientras esta no exista deberían congelarse los compromisos sobre la materia en los foros de comercio internacional.
16. La propiedad intelectual debe estar al servicio de los creadores y del patrimonio de una Nación.
El quehacer cultural genera creaciones que involucran derechos intelectuales. Esa creación es patrimonio inalienable de los autores como también de la sociedad a la que pertenecen, constituyendo estos criterios la base de las regulaciones a nivel de propiedad intelectual. Por lo tanto no es posible aceptar una reducción de estos principios al pragmatismo comercial, que enajena estos derechos en manos de inversores o productores comerciales.
17. Los cambios en las leyes que regulan los derechos de propiedad intelectual son un tema ciudadano, pues comprometen necesariamente el futuro del país
. El intercambio desigual entre las naciones del norte y del sur se ha incrementado en forma geométrica en estas últimas décadas, abandonándose a la vez, extrañamente, la denuncia de esta realidad. Las regulaciones a nivel de los derechos de propiedad intelectual son parte sustancial en el incremento o limitación de esta estructura de la desigualdad entre los países. El debate sobre este tema es un asunto que involucra el futuro y no puede ser tratado solo desde una mirada técnica y económica.
18. El desarrollo de los países en la era de la sociedad del conocimiento es una apuesta cultural.
La brecha digital no se resuelve sólo enseñando a usar computadores, sino convirtiéndonos en países capaces de ser creadores en el seno de la sociedad de la información, lo que sólo se logra fortaleciendo las bases de la llamada sociedad del conocimiento. Esto es una apuesta cultural, que requiere libertad y creatividad en la generación de políticas públicas. El desarrollo cultural no puede solo depender de quienes concentran el capital económico, sino de la conjugación del que hacer de estos, con la acción de los Estados, de la sociedad civil, de los creadores, y los micro, pequeños y medianos empresarios culturales, que requieren un marco de equilibrio para sobrevivir, pues en la calidad de la cultura y educación de nuestros países se juegan las bases de la democracia, del desarrollo, del pluralismo y de la ciudadanía.

Por ello, las asociaciones de la cultura reunidas en la Coalición Chilena para la Diversidad Cultural (Sindicato de Actores de Chile SIDARTE; Sindicato de Trabajadores de la Música de Chile Sitmuch; Asociación de Editores de Chile EDIN; Sociedad de Derecho de Autor SCD; Creaimagen; Sociedad de Derechos literarios SADEL; Sociedad Chilena de Interpretes SCI; Chileactores; Sindicato de Profesionales y Técnicos Cinematográficos de Chile SINTECI; Sociedad de Escritores de Chile SECH; Asociación de Pintores y Escultores de Chile APECH; Sociedad de Autores Nacionales de Teatro, Cine y Audiovisuales ATN; Prodanza y la Federación Plataforma Audiovisual de Chile (que reúne además a la Asociación de Productores de Cine y TV APCT; Asociación de Documentalistas ADOC; Asociación del Cortometraje Chileno ACORCH; Corporación Chilena de Video; Corporación Cinematográfica Chilena y Fundación Chilena de las Imágenes en Movimiento)

Demandamos:

A.- Que en las negociaciones del ALCA se contemple una excepción o amplia reserva presente y futura para las expresiones culturales (ver definiciones anexas) como fue el caso en el Acuerdo Chile-Canadá de 1994, que contemple para el conjunto de la creación, producción y distribución cultural, como para el sector de la educación, la inaplicabilidad de las cláusulas de “tratamiento nacional”, “nación más favorecida” y “acceso a mercados”. Que los bienes y servicios culturales solo sean considerados en ALCA en lo que se refiere a la eliminación de barreras arancelarias.
B.- Que en las negociaciones del ALCA, al considerar excepciones o reservas de tipo cultural, se incluyan los nuevos soportes de esta producción como el digital, e incluso los bienes y servicios culturales sin soporte físico. En este sentido, solicitamos que la excepción o reserva cultural no se limite al capítulo de servicios sino que abarque también el capítulo de comercio electrónico.
C.- Que en las negociaciones del ALCA en materia de propiedad intelectual, -como también en relación a los bienes y servicios culturales- se tenga una participación efectiva de la sociedad civil involucrada en la materia, buscando que estas regulaciones sean a favor de los creadores y del desarrollo humano y democrático del país. Queremos que se recoja el espíritu que generó las regulaciones a nivel de derechos de propiedad intelectual, bajo los principios de los derechos humanos y del acceso universal a las obras artísticas, impidiendo transformar el derecho de autor en derecho de copia, el que no tiene carácter cultural sino industrial. Es fundamental enfrentar este tema que está en la base de la riqueza de las naciones en la era de la globalización, desde una perspectiva cultural y social, y no bajo el dominio del prisma comercial.
D.- Que en toda negociación de bienes y servicios, bilateral, regional o multilateral, los países firmantes del ALCA no asuman compromisos de liberalización en ninguno de los llamados bienes y servicios culturales, evitando ceder toda o parte de su soberanía cultural. Los Estados requieren conservar su autonomía regulatoria en esta materia.
E.- Que los países firmantes de ALCA acojan el preámbulo propuesto por Canadá en diciembre 2000, que dice: “los 34 gobiernos de los países que participan en el ALCA [están] determinados a (…) reconocer que los países deben conservar la capacidad de preservar, desarrollar y poner en ejecución sus políticas culturales respectivas con el objeto de fortalecer la diversidad cultural, dado el papel esencial que desempeñan los productos y servicios culturales, tanto en la identidad y la pluralidad de la sociedad como en la vida de las personas”, como también se involucren activamente en la construcción de la Convención para la Diversidad Cultural en UNESCO, la cual, apoyándose en la Declaración Internacional de los Derechos Humanos, podrá ser un instrumento de derecho internacional que permita preservar la diversidad cultural, resguardar la capacidad reguladora de los Estados en cultura, fomentar un mayor equilibrio y solidaridad en el intercambio internacional en cultura, servir de cuadro de referencia ante otros foros internacionales como para desarrollar políticas culturales.

Creemos decididamente que estos planteamientos son necesarios y urgentes. Actualmente existen 9 coaliciones a través de los 5 continentes, de las cuales 4 en América: Argentina, Canadá, México y Chile, trabajando en ello. La extinción de las expresiones culturales de los países atenta contra la existencia misma de éstos como naciones; ello es tan grave y delicado para el futuro de la humanidad como lo es la pérdida de la biodiversidad. El comercio y la cultura del cálculo deben ser complementados por una cultura de la diversidad, evitando la imposición de un modo de vida por sobre los otros, y fortaleciendo el diálogo y el encuentro entre los pueblos. Los Estados no pueden inhabilitarse por ello para participar en el desarrollo cultural de sus países.
Para lograr una real integración, “se requiere de una historia de los cambios que haga inteligible el trayecto hecho” en tanto Americanos; que “nos constituya en un nosotros” (Norbert Lechner), y ello solo lo puede lograr el encuentro entre la diversidad de las expresiones culturales, las que requieren urgentemente ser salvaguardadas y fomentadas. No podremos construir ese NOSOTROS continental, si aceptamos el dominio o imposición de un modo de vida por sobre los otros.
Las conclusiones del reciente y notable informe de desarrollo humano del PNUD “Nosotros los chilenos: Un desafío cultural”, perfectamente se pueden proyectar a la realidad de la región: “para construir futuro requerimos de una imagen de si mismo como comunidad deseada, posible, y ello es un desafío cultural”, cuyo eje de resolución pasa por el diálogo e integración de la diversidad de nuestras culturas.

 

DEFINICIONES
Expresión cultural
se refiere a la creación, producción, distribución y exhibición de los contenidos culturales, en cualquier medio o forma, existentes o venideros.
El contenido cultural se refiere a la producción de creadores individuales y de industrias culturales, la cual generalmente está protegida por los derechos de propiedad intelectual y que incluye pero no está limitada a: 1) la producción creativa de los individuos [e industrias culturales] manifestada en diferentes areas de las artes como, el teatro, las artes visuales y los oficios, la arquitectura y el diseño; 2) los sonidos, las imágenes y los textos de las películas, los vídeos, las grabaciones de sonido, los libros, las revistas, los periódicos, la retransmisión de programas y otras formas de los medios incluyendo multimedia, bien sea que ya existan o que vayan a ser inventados, que sean creados por individuos o por industrias culturales; 3) las colecciones y las exposiciones de museos, galerías y bibliotecas que incluyen archivos relacionados con el patrimonio cultural de una sociedad.
Los bienes y servicios culturales son todos aquellos bienes y servicios que transmiten contenidos culturales, los cuales adquieren su especificidad porque transmiten valores, significados e identidades y por lo tanto, no son solamente productos de consumo.
Las Industrias Culturales hacen referencia a las organizaciones, las empresas y los individuos que crean, producen, publican, distribuyen, exhiben, proveen o venden, contenidos culturales.
(Estas definiciones fueron realizadas por el Grupo de Trabajo sobre la Diversidad Cultural de la RIPC)

 
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