Área de Libre Comercio de las Américas - ALCA |
Confidencialidad Anulada
ALCA - COMITE DE NEGOCIACIONES
COMERCIALES
VENEZUELA
La República Bolivariana de Venezuela ante el ALCA1 Reunión Ministerial de Miami
Noviembre 2003 En la medida en que se acerca la
fecha prevista para la finalización de las negociaciones del Área de Libre
Comercio de las Américas, se hace evidente la necesidad de llevar a cabo
un debate político conceptual abarcante sobre el modelo de futuro al cual
aspiramos para el continente, y los modelos de integración más adecuados
para el logro de dichas metas. Por esta razón, en nombre de la República
Bolivariana de Venezuela, hemos considerado conveniente contribuir a esta
necesaria reflexión colectiva presentando una visión de conjunto sobre los
temas que se debaten en las negociaciones del ALCA y sus implicaciones
para la construcción de una sociedad culturalmente plural, democrática,
participativa, equitativa, y ambientalmente sostenible en todo el
continente. En el presente documento,
incorporamos tanto asuntos ya abordados en documentos anteriores, como
otros temas que consideramos igualmente sustantivos. 1. El papel del Estado, las
opciones culturales a otros modos de vida, y las
políticas de liberalización, Un reto principal que tienen los
países de América Latina y el Caribe es el de la superación de la pobreza
y de las profundas desigualdades que hacen de éste, el continente más
inequitativo del planeta. Estamos igualmente ante la exigencia de asumir y
responder ante las demandas del reconocimiento de la multiplicidad de
pueblos y culturas, de opciones de modos de vida, que caracterizan nuestro
diverso y heterogéneo continente. Todo programa para América Latina y el
Caribe tiene, por lo tanto, que tener como orientaciones prioritarias la
superación de la pobreza y las desigualdades; la recuperación cultural y
el fortalecimiento de diversas opciones de vida; y el logro de modalidades
de uso de los recursos que, reconociendo los severos límites que hoy
confronta el planeta, nos permita construir un futuro ambientalmente
sostenible. La experiencia de la región en las
últimas décadas sugiere que no son precisamente las políticas
liberalizadoras orientadas por el Consenso de Washington las que más
favorecen el crecimiento. Tampoco es un modelo de globalización orientado
por el mercado la mejor garantía de para preservación y vitalización de
las múltiples tradiciones culturales, ni de la diversidad y riqueza
biológica y ambiental que hacen posible la vida. Durante las décadas de
los 60 y los 70, período en el cual se aplicaron políticas de desarrollo y
de sustitución de importaciones, el crecimiento económico anual promedio
del continente fue muy superior a los niveles de crecimiento promedio
desde que se generalizaron las políticas de ajuste estructural, las
liberalizaciones y los modelos de crecimiento hacia afuera. En la concepción que ha servido de
fundamento a todas las negociaciones del ALCA ha prevalecido un fuerte
fundamentalismo cultural liberal, así como un sesgo ideológico que en todo
caso considera preferible el mercado a cualquier otra forma de regulación
social o criterio de asignación de recursos. No se toman en cuenta la
historia y la rica pluralidad cultural de nuestra región y se ignoran las
formas en las cuales el Estado ha intervenido en todas las experiencias
históricas de desarrollo capitalista consideradas como exitosas. El tema
de las relaciones entre mercado y Estado y otras modalidades de regulación
social, de construcción de tejido de vida enraizados en la diversidad de
los contextos culturales, no es un asunto que se pueda resolver de una vez
por todas, para todas las futuras situaciones y todas las coyunturas sobre
la base de supuestos teóricos o políticos generales. La pertinencia de
mayores o menores niveles de regulación o intervención social, la
diversidad de respuestas desde los múltiples ámbitos de los pueblos y las
culturas, son temas abiertos que tienen que decidirse de acuerdo a
condiciones que están cambiando permanentemente. Esto tiene que ver tanto
con las alternativas políticas por las cuales voten los electores a partir
de la evaluación de las orientaciones programáticas ofrecidas por los
diferentes candidatos y partidos, como con las opciones culturales que
definen los modos de vida de los diferentes pueblos del continente. Sin
esta condición difícilmente podríamos hablar de democracia política o de
democracia en el terreno cultural. Las políticas de liberalización y
ajustes estructurales no pueden, por lo tanto, establecerse como
compromisos inamovibles a largo plazo. Esto significaría un acotamiento
extraordinariamente severo a los márgenes futuros de la vida democrática.
Por todo esto, es necesario
reintroducir el tema del papel del Estado y de las políticas públicas
como condiciones sin las cuales no sería posible alcanzar la meta deseada
de una sociedad culturalmente plural, equitativa, democrática y
ambientalmente sostenible. Es igualmente urgente e
indispensable el reconocimiento, protección e impulso de otra
multiplicidad de formas de organización y gestión social autónomas,
basadas en la reciprocidad, la solidaridad y la autonomía que recorren el
continente americano. El sometimiento de todas las formas
productivas a una lógica unidimensional de mercado y a criterios de
productividad definidos por estándares internacionales socavaría
irremediablemente las bases materiales de la reproducción de la rica
diversidad cultural de nuestro continente. Esta visión unilateral -base del
ALCA- tanto del modo de vida que deben alcanzar todos los pueblos, así
como de los modos únicos en los cuales se debe avanzar para lograrlo,
entra en franca contradicción con las orientaciones básicas del régimen
internacional de los derechos humanos, recogidos en sus instrumentos
jurídicos más representativos, como el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas, o en el
Convenio número 169 sobre los pueblos indígenas y tribales en países
independientes de la Organización Internacional del Trabajo. 2. Los
servicios, derechos económicos, sociales y culturales. Lo público y lo
privado. Uno de los ámbitos en los cuales se
producirían transformaciones más profundas en nuestras sociedades es en el
área de los servicios tal como están concebidos en el Capítulo sobre
servicios del ALCA. Consistente con la lógica de la mercantilización,
estas negociaciones buscan abrir a la inversión privada amplias áreas de
lo que hasta hace muy poco tiempo eran considerados como ámbitos propios
de los servicios públicos. Orientado por el objetivo de lograr el máximo
grado posible de desregulación y liberalización (léase privatización) de
estos servicios, las negociaciones tienen una agenda extremadamente
ambiciosa, representando un ataque frontal a los derechos económicos y
sociales a los cuales responden estos servicios. El concepto de servicios,
que define la cobertura de estos acuerdos es extremadamente amplio. En una
de las variaciones del texto del Capítulo sobre Servicios del ALCA
los define en los siguientes términos: el término "servicios" comprende
todo servicio de cualquier sector, excepto... los servicios
suministrados en ejercicio de facultades gubernamentales; un "servicio suministrado en
ejercicio de facultades gubernamentales" significa todo servicio que
no se suministre en condiciones comerciales ni en competencia con uno
o varios prestadores de servicios. Con esta definición omniabarcante,
prácticamente no queda servicio público alguno que no tendría que, en
forma inmediata o en el futuro, someterse a las “disciplinas” del tratado.
Lo que está en juego aquí son asuntos medulares tanto para la democracia
como para los derechos humanos. La progresiva, -e irreversible-
privatización de los servicios públicos transformaría en forma radical el
ámbito de la esfera pública. Las demandas de acceso a los servicios de
salud, educación, salubridad, agua, transporte, seguridad social, dejarían
de procesarse como derechos sociales y económicos en el ámbito de lo
público, para convertirse en relaciones contractuales privadas
entre empresas mercantiles y clientes con capacidad de ago.Al
individualizarse y privatizarse los problemas de acceso a estos servicios,
éstos ya no pueden pensarse ni reclamarse como derechos.2 En Venezuela los derechos sociales,
económicos y culturales no sólo forman parte de compromisos
internacionales, sino que están igualmente garantizados
constitucionalmente, con lo cual no sería posible “asegurar que sus leyes,
reglamentos y procedimientos administrativos estén conformes con las
obligaciones del acuerdo del ALCA”, sin modificaciones profundas en la
Constitución de 1999. 3. Los
asuntos sociales y ambientales En la Declaración Ministerial de
Quito, se reitera que la “negociación del ALCA tomará en cuenta la amplia
agenda social y económica contenida en las Declaraciones y Planes de
Acción de Miami, Santiago y Ciudad de Québec, con el objeto de contribuir
a elevar los niveles de vida, incrementar el empleo y mejorar las
condiciones laborales de los pueblos de las Américas, mejorar los niveles
de salud y educación y proteger mejor el medio ambiente.” Sin embargo,
como ya se señaló arriba, hay un gran desequilibrio entre los compromisos
y disciplinas de naturaleza mercantil que se establecen en el texto de los
diferentes capítulos del Tratado, y los compromisos que se adquieren en
los terrenos de los derechos humanos, laborales, culturales y ambientales.
Hay igualmente un total desequilibrio entre los derechos de los
inversionistas y los derechos de los Estados. Todos los países que participan en
las negociaciones del ALCA son firmantes de una amplia gama de acuerdos y
tratados internacionales cuya finalidad es precisamente la protección de
derechos humanos y la protección ambiental. Como lo ha demostrado ya la
experiencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en
ocasiones los compromisos asumidos por un país en un nuevo tratado o
acuerdo bilateral, multilateral o global pueden entrar en tensión o
contradicción con otros previamente firmados y ratificados. El ALCA no es
un tratado de derechos humanos, laborales, culturales o ambientales. Pero
es indispensable garantizar que los compromisos que se adquieran con la
firma de este Tratado no pongan en peligro los compromisos previamente
adquiridos por todos nuestros países con relación a esos otros tratados.
Esto es particularmente preocupante dado que en general los tratados de
libre comercio, como ha sido el caso del TLCAN, tienen previstos
mecanismos mucho más efectivos para garantizar su cumplimento -mediante
fuertes sanciones- que en los acuerdos y tratados de derechos humanos,
laborales, culturales y ambientales. Esta capacidad de garantizar
cumplimiento a las normas es igualmente característica de la Organización
Mundial del Comercio (OMC). 4. La
agricultura: mucho más que un sector productor de mercancías Como ha quedado confirmado una vez
más por la reunión de la OMC en Cancún, las negociaciones comerciales
internacionales continúan dándose en condiciones de profunda desigualdad.
Mientras que los principales países industrializados del Norte exigen a
los países del Sur una amplia apertura de sus economías, mantienen fuertes
políticas de protección en aquellos sectores de sus economías en los
cuales los países del Sur podrían tener mayor capacidad de competir en el
mercado internacional. Es este el caso de los textiles y muy
principalmente el de la producción agrícola. En el contexto del ALCA, con
mucha razón, varios países del continente han venido planteando que
resulta imposible continuar avanzando significativamente en muchas áreas
de las negociaciones mientras los Estados Unidos no esté dispuesto a
reconsiderar las políticas de apoyo interno a su producción agrícola.
Algunos países destinan decenas de
miles de millones de dólares anualmente para sostener sus exportaciones y
la producción de su agricultura, ocasionando fuertes distorsiones en los
precios de los productos agrícolas en los mercados mundiales. Con esos
precios se impide o dificulta el acceso efectivo a los mercados de esos
países aún con la eliminación de las barreras arancelarias, se compite
deslealmente en los mercados de América Latina y el Caribe quitando
mercados en terceros países para los productos agrícolas que pudiéramos de
otra forma exportar o hacerlo con mayores beneficios. Nuestros países
carecen de la magnitud de los recursos financieros que disponen los países
desarrollados para apoyar la agricultura; lo que tenemos son instrumentos
de política para paliar los efectos perversos de las distorsiones de los
precios internacionales, instrumentos que se nos solicita eliminar con las
negociaciones de acceso a los mercados. La Declaración Ministerial de San
José de 1998 estableció claramente entre los objetivos de las
negociaciones “eliminar los subsidios a las exportaciones agrícolas que
afectan el comercio en el Hemisferio”, e “Identificar otras prácticas que
distorsionen el comercio de productos agrícolas, incluidas aquellas que
tengan un efecto equivalente al de los subsidios a las exportaciones
agrícolas y someterlas a una mayor disciplina”. También se acordó por consenso de
los Ministros del ALCA, en la misma oportunidad, que las negociaciones se
iniciarán simultáneamente en todas las áreas temáticas. El inicio, la
conducción y el resultado de las negociaciones del ALCA se tratarían como
partes de un compromiso único (single undertaking) que incluya los
derechos y obligaciones mutuamente acordados. Sin embargo, desde el inicio de la
negociación de los textos para el proyecto de Tratado, algunos países
pusieron de manifiesto su reticencia a eliminar los subsidios a las
exportaciones de productos agrícolas y las ayudas internas que
distorsionan el comercio y la producción de productos agrícolas, con
inclusión de las medidas con efectos equivalentes a los subsidios a las
exportaciones. Estos masivos apoyos internos acentúan los desbalances
profundos que caracterizan las relaciones económicas continentales. En la
Reunión Ministerial celebrada en Quito todos los países reconocieron “la
importancia de la agricultura para las economías de la región, cuyo
tratamiento integral y no discriminatorio en las negociaciones del ALCA
contribuirá a generar empleo, reducir la pobreza y favorecer la
estabilidad social”, por lo cual reafirmaron “el compromiso hemisférico
con la eliminación de los subsidios a las exportaciones que afectan el
comercio de productos agrícolas en el Hemisferio y el desarrollo de
disciplinas a ser adoptadas para el tratamiento de todas las otras
prácticas que distorsionan el comercio de productos agrícolas, incluyendo
aquellas que tienen efecto equivalente a los subsidios a las exportaciones
agrícolas”. Se señaló en particular “que nuestra respectiva evaluación,
por país o grupo de países, de los resultados de las negociaciones de
acceso a mercados en agricultura en el ALCA dependerán del progreso que
consigamos alcanzar en los otros temas que son parte de la agenda
agrícola”. Parte importante de la pobreza y la
marginalidad de nuestros pueblos se concentra en la población que habita
en las zonas rurales que subsiste con base en la actividad agrícola o
actividades alrededor de la agricultura. Esa población es finalmente la
más castigada con el desbalance de partida para la negociación de la
agricultura y lo sería más si se excluyen de la negociación los aspectos
que más la perjudican. La exigencia de reducción de las
políticas proteccionistas y de los masivos subsidios que otorgan los
principales países industrializados no puede convertirse, sin embargo, en
una demanda generalizada de liberalización del comercio de productos
agrícolas. Para muchos países de América Latina y El Caribe la actividad
agrícola es fundamental para la supervivencia de la propia nación. Las
condiciones de vida de millones de campesinos e indígenas se verían
catastróficamente afectados si ocurre una inundación de bienes agrícolas
importados, aún en los casos en los cuales no exista subsidio. La
producción agrícola es mucho más que la producción de una mercancía. Es,
más bien, un modo de vida. Es el fundamento básico para la preservación de
opciones culturales, es una forma de ocupación del territorio, define
modalidades de relación con la naturaleza, tiene que ver directamente con
los temas críticos de la seguridad y soberanía alimentarias. Por lo tanto,
no puede ser tratado como cualquier otra actividad económica o cualquier
producto. 5. Los
derechos de propiedad intelectual El acceso a y el disfrute de los
frutos de la ciencia y de la tecnología están claramente reconocidos y
codificados como derechos humanos. En el artículo 27 de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, esto se define en los siguientes
términos: Toda persona tiene derecho a
tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de
las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios
que de él resulten. Toda persona tiene derecho a la
protección de los intereses morales y materiales que le correspondan
por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de
que sea autora. Se establece un balance entre el
derecho de la sociedad a tener acceso a los resultados del “progreso
científico”, y el derecho del creador a obtener un beneficio de su
obra. Como una expresión de la creciente primacía del derecho
mercantil que avanza gracias a las negociaciones comerciales
multilaterales, regionales y bilaterales, este balance se rompe por
completo en El Acuerdo de la OMC sobre los Aspectos de los Derechos de
Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio y en el Capítulo
sobre Derechos de Propiedad Intelectual del ALCA. Apelando a lo que
fueron denominados “asuntos relacionados con el comercio”, se estableció
un amplio régimen de protección de la propiedad intelectual que cubre cada
uno de sus principales ámbitos. Estas negociaciones fueron realizadas en
condiciones de extrema asimetría entre los países del Norte y los del Sur.
A pesar de la resistencia inicial por parte de muchos países del Sur, los
países del Norte lograron imponer un régimen obligatorio y global de
protección de la propiedad intelectual de acuerdo a sus exigencias, a
partir de propuestas formuladas por las transnacionales farmacéuticas.
Estos textos definen los resultados de la actividad científico-tecnológica
como una mercancía, como un bien por cuyo uso su propietario tiene derecho
a cobrar al resto de la sociedad. Las modalidades de registro de la
autoría del conocimiento característicos del modelo industrial, las
patentes, adquieren una plena protección como propiedad privada.
Las otras modalidades de conocimiento, colectivas, campesinas,
tradicionales, de pueblos indígenas, etc., al no cumplir con los criterios
de autoría precisa, novedad o aplicación industrial, carecen de dicha
protección. Aquello en lo cual los países del Norte y sus empresas tienen
sólidas ventajas, su control de una muy alta proporción de todas las
patentes industriales, recibe rigurosa protección. Aquello en lo cual los
países del Sur tienen ventajas, sus conocimientos campesinos y
tradicionales y su biodiversidad, carece, en lo fundamental de protección.
Se ha producido una notoria
ampliación de lo que se considera como patentable, haciéndose difusa la
anterior frontera entre invención (patentable) y descubrimiento
(no patentable). Igualmente, como consecuencia de las transformaciones en
el campo de la tecnología, en particular de los nuevos desarrollos en la
biotecnología, y respondiendo a las exigencias de dicha industria, se ha
abierto un nuevo e inmenso campo para la propiedad intelectual: la
propiedad intelectual sobre formas de vida. Estos desplazamientos conceptuales y
doctrinarios en torno a la propiedad intelectual han sido acompañados por
la creación de nuevos instrumentos jurídicos e institucionales, tanto
nacionales como transnacionales, destinados a su protección. Como consecuencia de los derechos
monopólicos otorgados por TRIPS, las compañías farmacéuticas pueden
eliminar la competencia y cobrar precios más allá de la posibilidad de
pago de millones de personas. A partir de diversos estudios se ha
calculado que ocurrirán no sólo aumentos significativos de precios como
consecuencia de la introducción de patentes, sino igualmente una notoria
reducción del consumo: amplios sectores de la población quedarían
excluidos del acceso a medicamentos comerciales. Se tenderá igualmente a
la quiebra de medianas y pequeñas empresas farmacéuticas y al incremento
en los niveles de monopolización por las grandes transnacionales.
El establecimiento de patentes sobre
diversas formas de vida, y la apropiación/expropiación del conocimiento
campesino/comunitario por parte de las grandes transnacionales de semillas
y agroquímicos, está cambiando aceleradamente los patrones de producción
campesina en escala global. Los campesinos se hacen cada vez menos
autónomos y más dependientes de la compra de costosos insumos de las
transnacionales. La “libertad de comercio” impuesta
crecientemente por los intereses de estas transnacionales a los campesinos
de todo el mundo, está conduciendo hacia una reducción de la variedad
genética de muchos de los principales cultivos alimenticios. Esta
reducción de la diversidad genética, asociada a una visión ingenieril de
la agricultura, basada en un control extremo de tipo fabril sobre cada
fase del proceso productivo -con semillas manipuladas genéticamente y el
uso intensivo de agroquímicos- reduce drásticamente la capacidad
auto-adaptativa y regenerativa de los sistemas ecológicos. En pocos
ámbitos de las relaciones internacionales aparece tan nítida la oposición
entre intereses de las empresas transnacionales que poseen la mayor parte
de las patentes y los derechos humanos básicos de las mayorías pobres del
Sur. Ante este dramático panorama,
Venezuela plantea que las nuevas formas como se estructuran y consolidan
los acuerdos en torno al tema de la propiedad intelectual no pueden poner
en peligro las condiciones de vida de la mayor parte de la población del
planeta, las posibilidades de supervivencia de pueblos y comunidades que
en todo el mundo defienden el derecho a otras opciones culturales
alternativas a la mercantilización total, así como el derecho de nuestros
pueblos de tener acceso a medicamentos y alimentos de calidad y bajos
precios. 6. El
mandato de la transparencia en las negociaciones y la participación
democrática Una y otra vez en las declaraciones
presidenciales y ministeriales sobre el ALCA se han establecido mandatos y
compromisos de transparencia en relación con el proceso de las
negociaciones. La transparencia en el proceso de negociaciones es una
condición sin la cual no sería posible la participación de la sociedad
civil en el seguimiento del proceso. Sin embargo esta transparencia ha
sido hasta el momento muy limitada. Sólo después de una insistente presión
por parte de organizaciones sociales de todo el continente, fue dado a
conocer el primer borrador de los textos en junio del año 2001, después de
varios años de negociación. El segundo borrador se dio a conocer en
noviembre del año 2002. Estos borradores, brindan una limitada capacidad
de debatir sobre lo que ocurre en las negociaciones del ALCA. La
abundancia de corchetes, sin que sea posible saber quien los introdujo,
hace que le sea imposible a la población de cada uno de los países el
conocimiento de cuáles son las posturas de negociación de sus respectivos
gobiernos. Esto le otorga un alto grado de discrecionalidad a los
representantes de los gobiernos en las mesas de negociación convirtiendo,
de hecho, las posturas de estos representantes en secretos que niegan de
antemano toda posibilidad de debate público informado, democrático. Sólo mediante un proceso de
negociaciones efectivamente transparente al conjunto de la sociedad, a los
sectores empresariales, a los trabajadores, a las organizaciones
indígenas, de mujeres, culturales, ambientales, a los partidos políticos,
al parlamento, a la prensa, podremos afirmar que estamos avanzando en la
dirección de un proceso de integración que pueda caracterizarse como
democrático. En el caso venezolano, de acuerdo a lo previsto en el
artículo 73 de la Constitución, Referendos en Proyectos de Leyes y en
Materia Nacional, el Gobierno Nacional realizaría un referéndum sobre el
ALCA antes de aprobar o ratificar el Tratado. Una mayor transparencia, el acceso
pleno de las sociedades a toda la información y el debate público sobre
las negociaciones del ALCA, necesariamente exigirían otros cronogramas.
Son estos los costos necesarios de la democracia. El acelerado proceso de
reuniones que se llevan a cabo en la actualidad y la presión por concluir
estas negociaciones a más tardar a finales del año 2005, niega tanto la
posibilidad de la transparencia como la posibilidad de que sectores
sociales y la sociedad en su conjunto sean consultados antes de tomarse
decisiones de consecuencias tan profundas como las que estarían implicadas
en los actuales borradores del ALCA. La exigencia de la democracia y de
la transparencia, del acceso a la información y del derecho a la
participación en el proceso de toma de decisiones en torno al ALCA, tiene
su fundamento principal en el hecho de que el Tratado es mucho más que un
acotado acuerdo comercial. Abarca, por el contrario, el más amplio
espectro de la vida colectiva en sus dimensiones institucionales,
políticas, sociales, culturales. Esta amplia cobertura está definida en
términos precisos en uno de los Principios Generales establecidos
desde la Cuarta Reunión Ministerial de comercio de las Américas: Todos los países deben asegurar que
sus leyes, reglamentos y procedimientos administrativos estén conformes
con las obligaciones del acuerdo del ALCA. En otras palabras, se trata de la
exigencia de un rediseño político-institucional de la estructura de los
Estados, que requeriría en muchos casos -es esa la situación venezolana-
de importantes cambios constitucionales. Siendo esto así, no puede
seguirse negociado como si se tratase sólo de asuntos comerciales en los
cuales sólo participan expertos y especialistas en las diversas áreas del
derecho mercantil y el derecho internacional. Unas negociaciones
democráticas tienen que incorporar en forma efectiva a todos los sectores
de la población del continente, ya que serían todos, en alguna medida,
afectados por los acuerdos que se están negociando. 7. La desigualdad jurídica y el
libre movimiento de las personas En la tradición liberal ha habido
históricamente una insistencia en que, a pesar de las diferencias fácticas
existentes en la distribución del poder y de los recursos entre los
ciudadanos de una democracia representativa, todos son iguales en el
sistema político (un ser humano un voto) e iguales ante la justicia: ésta
se supone ciega ante diferencias económicas, políticas, étnicas y
culturales. Sin embargo, las normas del ALCA establecen desigualdades
expresas entre los derechos de diferentes tipos de sujetos. Una primera
desigualdad es la que se establece en cada país entre los inversionistas
nacionales y los inversionistas de otros países que forman parte del
acuerdo. Mientras que las normas y regulaciones públicas no pueden
establecer ninguna condición que sea más favorable para los inversionistas
nacionales que para los inversionistas extranjeros, lo contrario sí es
perfectamente legítimo. Adicionalmente, el acuerdo establece una
diferencia fundamental a favor de los inversionistas extranjeros al
permitirles utilizar los mecanismos extranacionales de solución de
controversias para cuestionar o solicitar compensaciones, por normas,
leyes o políticas públicas de un país que, a su juicio, puedan de alguna
manera afectar su “ganancia esperada”. Esta posibilidad les está negada a
los inversionistas nacionales del país en cuestión. Es igualmente notoria
la desigualdad jurídica que el texto establece entre el común de las
personas, que en sus aspiraciones migratorias deben someterse a las
crecientes regulaciones y limitaciones que se han venido estableciendo
para cruzar fronteras, y una clase especial de ciudadanos, las llamadas
personas de negocios, que tendrían pleno derecho a ingresar a los
países donde su empresa realice una actividad económica. Cuando se aumenta la movilidad de
las empresas y de los capitales y se restringe o reprime el movimiento de
las personas, se limita severamente la capacidad de negociación y de
exigencia de mejoría de condiciones laborales y salariales de los
trabajadores. La sola amenaza de que la empresa pueda moverse a otra
localidad puede coartar severamente la capacidad organizativa y
reivindicativa de los asalariados. Por ello un acuerdo comercial que sea
realmente beneficioso para todos los países, y para todos los sectores
sociales, requeriría, como es el caso de la Unión Europea, el libre
movimiento de las personas. 8.
Sobre las desigualdades en los niveles de desarrollo y los Fondos de
Convergencia Estructural Las negociaciones del Área de Libre
Comercio de las Américas se inician con la existencia de abismales
diferencias no sólo entre los tamaños de las economías, sino igualmente
extraordinarias diferencias en los niveles de desarrollo. Uno de los
objetivos principales que debería tener un proyecto de integración
exitoso, tal como lo ha demostrado la experiencia de la Unión Europea, es
que la integración permita dar pasos sólidos hacia significativas
reducciones de estas inmensas desigualdades inicialmente existentes. Esto
requiere el establecimiento de compromisos firmes -con procedimientos que
garanticen su cumplimiento- para que la operación del Tratado contribuya
en forma efectiva a la reducción de estas desigualdades. El tema de las profundas
desigualdades a partir de las cuales se inicia el proceso de negociaciones
del ALCA ha sido reconocido una y otra vez en los documentos de las
Cumbres Presidenciales y Reuniones Ministeriales. En la Declaración
Ministerial de Quito, se dice: Reafirmamos nuestro compromiso de
tomar en cuenta al discutir el ALCA, las diferencias en los niveles de
desarrollo y el tamaño de las economías del Hemisferio, para asegurar la
plena participación de estas economías en la construcción y los beneficios
resultantes del Acuerdo. Sin embargo, las medidas que han
sido discutidas bajo el formato de trato preferencial, o bajo la
categoría de pequeñas economías, no permiten dar cuenta, ni ofrecer
orientaciones de políticas capaces de contribuir en forma efectiva a una
significativa reducción de esas profundas disparidades. No se trata sólo
de economías grandes y pequeñas, sino de estructuras económicas muy
diferentes. Las medidas a las que se ha prestado
más atención se han limitado al fortalecimiento de la capacidad técnica de
los países para abordar las negociaciones del ALCA, pero nada se ha
decidido aún sobre las necesarias y urgentes medidas que hay que aplicar
para reducir y eliminar los profundos desequilibrios existentes entre
nuestros países. El Grupo Consultivo sobre Economías más Pequeñas
ha realizado un levantamiento sistemático sobre el “Informe del Comité de
Negociaciones Comerciales sobre los Resultados de los Avances Logrados
Relativos al Tratamiento de las Diferencias en los Niveles de Desarrollo y
Tamaño de las Economías en cada uno de los Grupos de Negociación”3
Este trabajo cuidadoso ilustra lo poco que se ha avanzado en dar una
respuesta adecuada a las exigencias de un Trato Preferencia y Diferenciado
para la economía más pequeñas y para los países, regiones y actividades
que presentan menores niveles de desarrollo. En la mayor parte de las
referencias a estos asuntos, el “trato preferencial” está limitado a
asistencia técnica para los procesos de ajuste, o a la extensión de los
plazos para el cumplimiento de las disciplinas del acuerdo. Pero ni
siquiera estas limitadas respuestas han sido hasta el momento acordadas.
Cada una de estas propuestas a lo largo de todos los borradores del
acuerdo se encuentra todavía entre corchetes. Si no se concretan las acciones
necesarias para mejorar las condiciones del entorno social y productivo,
países muy desiguales serían tratados como iguales y se verían obligados a
competir bajo las mismas reglas a pesar de sus rezagos y debilidades.
Un trato de iguales a economías
profundamente desiguales no puede sino favorecer a los más fuertes a costa
de los más débiles. Ni asistencia técnica para la adaptación, ni plazos de
unos cuántos años responden a estos problemas. Esto es particularmente
preocupante en vista de que en la definición de los “Objetivos y
Principios Generales” de la negociación4
del Tratado se establece que “Los derechos y obligaciones del ALCA deberán
ser comunes a todos los países.” Esto implica la exigencia de un
principio de reciprocidad entre economías y agentes económicos
profundamente desiguales. Esto entra en abierta contradicción con normas
de larga data del régimen interamericano.5
Para avanzar en la reducción de
estas profundas desigualdades, es indispensable encarar este reto y asumir
compromisos firmes que necesariamente exigirán una significativa
transferencia de recursos desde los países más ricos a los países más
pobres. Desde nuestra perspectiva, un proyecto de integración puede ser
una oportunidad para todos si y sólo si las principales potencias del
hemisferio comparten los costos políticos, económicos y financieros de
abrir espacios para el esfuerzo productivo de los países más débiles. En
este sentido, la creación de los Fondos de Convergencia Estructural
destinados a financiar los proyectos en infraestructura y servicios para
disminuir las asimetrías y desigualdades entre países, es una condición
imprescindible para evitar que una Área de Libre Comercio sea un espacio
en el que ganan unos y pierden muchos. Durante el CNC de Puebla realizado,
entre el 8 y 11 de abril del 2003, Venezuela presentó un documento en el
que se insiste en la necesidad de discutir la viabilidad y conveniencia de
incluir como tema el de los Fondos de Convergencia Estructural.
Estos tendrían el objetivo reducir de manera significativa las asimetrías
en los niveles de desarrollo entre naciones y entre sectores productivos.
Para ello dicho mecanismo contaría con metas sociales y económicas
precisas, plazos bien establecidos y mecanismos de seguimiento. El tratamiento en el ALCA de las
diferencias en los niveles de desarrollo y el tamaño de las economías
participantes, además de plantearse –por las razones arriba expuestas–
como un asunto de la mayor prioridad, debería incluir:
Si bien la instalación en 1998 del
Grupo Consultivo sobre Economías más Pequeñas, GCEMP, y la creación
en 2002 del Programa de Cooperación Hemisférica, PCH6
, son iniciativas que responden a la existencia de profundas desigualdades
en el ALCA, es evidente que resultan insuficientes para una adecuada
atención del problema, empezando por el hecho de que hasta la fecha el
tratamiento especial y diferenciado no se hace extensivo a las economías
que sin ser de las “más pequeñas” se caracterizan por su escaso grado de
desarrollo promedio y/o por existir en su interior regiones o sectores que
requieren de apoyos especiales para poder enfrentar con éxito el libre
comercio hemisférico que el ALCA traerá consigo. Son más de 24 países en el
Hemisferio que reconocen las limitaciones de estas propuestas y exigen
cambiar la metodología de ayuda a los países en desarrollo. Un grupo de
delegaciones ha venido planteando este tema desde el principio de las
negociaciones e insisten en la necesidad de un Fondo de Integración
Regional; otros países solicitan un Fondo de apoyo a la reconversión de
empresas y a la reorientación de la producción, y algunos proponen un
Fondo de Compensación. Venezuela ha presentando una serie
de posibles fuentes de financiamiento para estos Fondos de Convergencia
Estructural, como pueden ser: condonación de la deuda externa,
retención para los Fondos de un porcentaje de los pagos que aún queden
pendientes por concepto de deuda externa, impuesto a las transacciones
cambiarias especulativas, aporte de los inversionistas extranjeros y
donaciones de organismos internacionales; en la búsqueda de cambiar deuda
por bienestar y mecanismos redistributivos eficientes y justos. 9. El ALCA ¿Amenaza a la
soberanía jurídica de los Estados?
Los conflictos potenciales entre las
orientaciones jurídicas normativas del ALCA, y las doctrinarias de la
soberanía de los Estados constituyen un asunto que requiere un debate a
fondo. La concepción del ALCA como instrumento para la transformación
jurídico política de cada uno de los países está claramente definida en
uno de los principios rectores de todo el proceso de negociaciones: Todos los países deben asegurar
que sus leyes, reglamentos y procedimientos administrativos estén
conformes con las obligaciones del acuerdo del ALCA.7 A lo largo del texto del tratado,
una y otra vez, se establece que la aplicación de leyes o normas del país
no podrá utilizarse como argumento para no cumplir con las obligaciones o
disciplinas del tratado. Entre muchos ejemplos que están presentes
en el texto de los borradores del ALCA, pueden citarse los siguientes del
Capítulo sobre Inversión. Los compromisos que adquiere el país:
Se aplican en todo el territorio
de las Partes, y en cualquier nivel u orden de gobierno a pesar de
las medidas incompatibles que pudiesen existir en las legislaciones de
esos niveles u órdenes de gobierno. (Artículo 1.7 Ámbito de
Aplicación) Más adelante, dice el texto del
tratado: Nada de lo dispuesto en los
párrafos... se interpretará en el sentido de impedir a una Parte
adoptar o mantener medidas, incluidas las de naturaleza ambiental...
necesarias para asegurar el cumplimiento de leyes y reglamentaciones
que no sean incompatibles con las disposiciones de este tratado.
(Artículo 7.4 Requisitos de Desempeño). Esto es, un Estado podrá tomar
medidas para el cumplimiento de leyes y reglamentos nacionales, pero, sólo
cuando estas leyes y reglamentos sean compatibles con los compromisos
acordados en el texto del ALCA. De consecuencias igualmente
profundas para el orden jurídico de cada uno de los países del continente
es la forma en la cual se le otorga a los inversionistas extranjeros el
derecho a utilizar los mecanismos de solución de controversia del tratado
para cuestionar normas, leyes, reglamentos o políticas públicas que de
alguna manera puedan afectar su "ganancia esperada". Como lo ha demostrado
la experiencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, este
derecho puede limitar severamente la capacidad de los Estados para hacer
cumplir o establecer normas y regulaciones en los terrenos ambientales y
de salud pública, restringiendo de esa manera el ejercicio de políticas
públicas soberanas en estos ámbitos. Estas reducciones profundas del
ámbito del ejercicio de la soberanía nacional afectarían a todos los
países del continente. Serían directamente incompatibles con los
contenidos doctrinarios básicos que sirven de sustento a la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela del año 1999.
Caracas, noviembre 2003
1 Documento oficial de la
República Bolivariana de Venezuela entregado a la Reunión Ministerial de
Miami de noviembre 2003. |
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